20 feb 2008

Oriblemas del Crecimiento Poblacional. Desde una perspectiva Teológica Cristiana 2/3

3. Análisis ético del problema demográfico3.1. Análisis a la luz de los principios de la teología moral social3.1.1. El principio de subsidiariedadEl principio de subsidiariedad establece que:"Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándolo de sus competencias, sino que más bien debe sostenerlo en caso de necesidad y ayudarlo a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común." (Juan Pablo II, Centesimus Annus, n. 48, d).El principio de subsidiaridad se aplica al dominio de la población:· De él se deduce que es inaceptable que el Estado ejerza chantaje, coerción o violencia sobre las parejas para someterlas a su política demográfica y que pretenda suplantarlas en la determinación del número de hijos. Por el contrario el Estado debe proteger la libertad de las familias, salvaguardar la vida de los inocentes y hacer respetar a la mujer, particularmente en su dignidad de madre. En este ámbito tienen una importancia notable las políticas fiscal y educativa.· El mismo principio vale para las instituciones internacionales públicas. Ellas deben respetar la legítima soberanía de las naciones tanto como la justa autonomía de las parejas. No deben incitar a los Estados a adoptar determinadas políticas demográficas por medio de presiones indebidas. Sería un grave abuso del poder intelectual, moral y político presentar las campañas antinatalistas como las expresiones más apropiadas de la ayuda de las poblaciones ricas a las poblaciones desfavorecidas.· Algo análogo debe decirse respecto a las instituciones internacionales privadas.3.1.2. El principio de solidaridadLa solidaridad puede definirse así:"Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos." (Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, n. 38, f).De este principio se deducen al menos dos consideraciones aplicables a nuestro problema:· En su libre determinación del número de sus hijos, las parejas deben tener en cuenta la situación demográfica de su país y del mundo.· Las naciones ricas deben contribuir en la medida de sus posibilidades al desarrollo de las naciones pobres. El desarrollo económico acelera la transición demográfica.3.1.3. La opción por un mundo humanizadoEl concepto de mundo humanizado expresa una de las dimensiones fundamentales del bien común. Se trata del proceso histórico de comprensión y promoción de la dignidad del hombre, de la que derivan los derechos del hombre y la mujer, de la familia y de los pueblos.El derecho básico es el derecho a la vida. De ahí que se deba rechazar el aborto como método de planificación familiar o control de la natalidad. La Iglesia afirma la naturaleza sagrada de la vida humana, la responsabilidad de las parejas frente a la transmisión de la vida y el derecho intrínseco a la paternidad. Creados a imagen y semejanza de Dios, origen de toda vida, los hombres y las mujeres son llamados a ser los colaboradores del Creador en la transmisión del don sagrado de la vida humana. Por la comunión de vida y de amor que es el matrimonio, ellos constituyen la familia, célula básica de la sociedad. No está en consonancia con el designio de Dios que las parejas paralicen o destruyan su fecundidad por la contracepción artificial o la esterilización, y menos aún que recurran al aborto para suprimir a sus hijos antes del nacimiento."Los esposos tienen el derecho inalienable de fundar una familia y de decidir el espaciamiento de los nacimientos y el número de hijos a traer al mundo, considerando plenamente sus deberes hacia sí mismos, hacia los hijos ya nacidos, la familia y la sociedad, dentro de una justa jerarquía de los valores y de acuerdo con el orden moral objetivo que excluye el recurso a la anticoncepción, la esterilización y el aborto" (Carta de los Derechos de la Familia, presentada por la Santa Sede, 22-10-1983, art. 3).3.2. Análisis a la luz del Magisterio de la Iglesia3.2.1. Concilio Vaticano IIEvocando la cuestión de las evoluciones demográficas en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, los Padres del Concilio Vaticano II han reafirmado los derechos de la familia y rechazado las soluciones deshonrosas, incluyendo el aborto y el infanticidio (cf. GS, nn. 5, 8, 47, 51). Ellos han abogado por el derecho y el deber de la "paternidad responsable", exigencia que sólo puede ser cumplida al interior del matrimonio (cf. GS, n. 50). El Concilio pide la colaboración de todos, sobre todo de las naciones ricas, para preparar lo que es necesario para la subsistencia y la instrucción de los hombres de los pueblos que sufren dificultades provenientes del rápido crecimiento de la población (cf. GS, n. 87).3.2.2. Pablo VIEn su histórica alocución a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1965, el Papa Pablo VI proclamó el carácter sagrado de la vida humana y llamó a defenderla incluso en lo concerniente al gran problema de la natalidad:"Vuestra tarea es hacer que el pan sea suficientemente abundante en la mesa de la humanidad y no favorecer un control artificial de los nacimientos, que sería irracional, con miras de disminuir el número de los convidados al banquete de la vida" (Pablo VI, Discurso a la Asamblea de la ONU, n. 6).En su Encíclica Humanae Vitae el Papa Pablo VI explicó la doctrina de la "paternidad responsable" (cf. HV, nn. 10-16, 76) y llamó a las autoridades públicas a no aceptar que se introduzcan en la familia, por vía legal, prácticas contrarias a la ley moral natural y divina (cf. HV, n. 23).3.2.3. Juan Pablo IIEn su Carta encíclica de 1987, Sollicitudo Rei Socialis, el Papa Juan Pablo II escribió:"Por otra parte, resulta muy alarmante constatar en muchos países el lanzamiento de campañas sistemáticas contra la natalidad, por iniciativa de sus gobiernos, en contraste no sólo con la identidad cultural y religiosa de los mismos países, sino también con la naturaleza del verdadero desarrollo. Sucede a menudo que tales campañas son debidas a presiones y están financiadas por capitales provenientes del extranjero y, en algún caso, se subordina a ellas incluso la ayuda y la asistencia económico-financiera. En todo caso, se trata de una falta absoluta de respeto por la libertad de decisión de las personas afectadas, hombres y mujeres, sometidas a veces a intolerables presiones, incluso económicas, para someterlas a esta nueva forma de opresión. Son las poblaciones más pobres las que sufren los atropellos, y ello llega a originar en ocasiones la tendencia a un cierto racismo, o favorece la aplicación de ciertas formas de eugenismo, igualmente racistas. También este hecho, que reclama la condena más enérgica, es indicio de una concepción errada y perversa del verdadero desarrollo humano." (Juan Pablo II, SRS, n. 25, c-d).4. ConclusionesEl problema del crecimiento de la población mundial se reduce esencialmente al problema de la transición demográfica de los países subdesarrollados. Dejar que los hombres del Tercer Mundo se multipliquen en la miseria sería inhumano. Frente a este problema se han planteado dos soluciones: la solución económica (aumento de la producción) y la solución demográfica (reducción de la natalidad). Es más humano adaptar la producción a la población que hacer lo contrario. La doctrina social de la Iglesia se inclina hacia la solución económica. Sin embargo la misma doctrina enseña que los esposos, en el ejercicio de la paternidad responsable, deben considerar plenamente sus deberes hacia la sociedad, por lo cual no deben ignorar el problema demográfico. He aquí un desafío para la pastoral de la Iglesia.El problema demográfico es eminentemente social. Como problema moral, debe ser visto desde la perspectiva tanto de la moral sexual como de la moral social. Ambas perspectivas no se oponen, sino que se complementan.Como un punto interesante para una ulterior profundización planteamos el tema de si existe alguna forma en que el Estado pueda estimular la reducción de la natalidad sin incurrir en una presión injusta.Montevideo, 1994.

Fuente:
http://lmillau.blogspot.com/2008/02/el-problema-del-crecimiento-de-la.html

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