19 feb 2008

La producción orgánica, opción para el campo mexicano

Los productos orgánicos son aquellos producidos mediante prácticas amigables con el medio ambiente, sin usar agroquímicos, y se procesan sin aditivos, conservadores, sabores o colorantes artificiales, es decir su calidad es integral y excelente porque conservan sus características organolépticas naturales y ecológicamente tienen también un alto valor. Estos alimentos son sanos y confiables para el consumo humano. En la producción pecuaria no se usan hormonas para acelerar el crecimiento de los animales ni alimentos sintéticos.
Café indio
La agricultura orgánica coincide con el sistema de policultivo tradicional, estado más avanzado de manejo forestal, que alcanza su máxima expresión en la cultura milenaria de los pueblos indios. El café deja de ser un elemento exótico para ser adaptado a las condiciones de las selvas o los bosques mexicanos originales.
La vida en un sorbo. Museo Nacional de Culturas Populares
La Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM por sus siglas en Inglés) establece cuatro principios para la producción, que son el de salud, el ecológico, el social y el principio precautorio.
Si bien desde su cultivo hay bondades, para que la producción orgánica pueda tener tal denominación dentro del mercado, debe contar con un sistema de rastreabilidad, es decir, ser identificada en todas las fases de la cadena producción-consumo. Así, desde cualquier supermercado, en cualquier parte del mundo, un producto orgánico puede ser rastreado y saber quién lo produjo, dónde y cuándo.
En México se producen así diversas hortalizas, frutas, granos, ganado y miel, y se estima que 90 por ciento se exporta a Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón. A escala mundial, México ocupa el primer lugar en número de agricultores involucrados en este tipo de producción; el mercado nacional es incipiente, pero avanza rápidamente en supermercados y tianguis orgánicos en las principales ciudades del país.
La mayoría de productores orgánicos en México son pequeños, sin embargo también hay de gran escala y empresas que han encontrado en este sistema una de las pocas opciones rentables en el campo mexicano, en términos ecológicos, sociales y económicos.
Los países consumidores como Estados Unidos, Japón y los miembros de la Comunidad Europea demandan más y más productos orgánicos; sin embargo, el mercado nacional ofrece un gran potencial en el consumo de estos alimentos también denominados ecológicos, biológicos o con sus prefijos eco y bío. Cada vez más, el consumidor mexicano elige sus alimentos con conciencia, buscando que sean sanos, frescos, de origen conocido, libres de organismos genéticamente modificados, sin riesgos a la salud humana, pero sobre todo que en su producción sean amigables con el medio ambiente y que haya efectos sociales más justos para el agricultor y sus trabajadores.
La demanda mundial de alimentos orgánicos es sorprendente; registra un crecimiento de 20 a 30 por ciento anual. Quizá eso explica que estos productos tengan un sobreprecio en el mercado; sin embargo, diversos estudios de costos demuestran que económicamente es más rentable el cultivo orgánico respecto del que usa agroquímicos, con rendimiento igual e incluso superior. Y a ello se suman servicios ambientales.
Mercadeo moral
A fines del siglo pasado cobró fuerza el llamado consumo ético, una filosofía y un movimiento desde la demanda que, atendiendo no sólo al valor de uso de los productos sino también a su origen social, contrapone al monstruo frío del mercado una suerte de economía moral. Desde los años 80, sellos como Max Havelaar, TransFair o Fair Trade Foundation certifican que los bienes que llevan su logo provienen de forma directa de pequeños agricultores organizados en cooperativas y respetuosos del medio ambiente, garantizando que el sobreprecio que se paga llega realmente a las comunidades de origen.
Un café por la causa. Hacia un comercio justo
Desde el punto de vista del consumidor, se requiere seguridad de que efectivamente los productos orgánicos sean obtenidos con métodos amigables con el medio ambiente y mantengan registros en toda la cadena producción-consumo. Para ello, pueden ser etiquetados como tales sólo si han pasado por una certificación. Los países consumidores han desarrollado regulaciones oficiales al respecto y en América Latina los dos primeros países que generaron esta experiencia normativa son Argentina y Costa Rica.
En México tenemos ya la Ley de Productos Orgánicos que se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 7 de febrero de 2006. Aún no se cuenta con el reglamento y demás instrumentos regulatorios necesarios para que opere un sistema de control nacional. Según la Ley, la Secretaría de Agricultura asumirá la responsabilidad de controlar a las agencias de certificación, promover la producción y el consumo de productos orgánicos y concentrar las estadísticas de producción y el registro de operadores. Todo esto, apoyándose en su órgano consultivo, el Consejo Nacional de Productos Orgánicos.
La producción y el consumo de alimentos orgánicos pueden darle a México liderazgo, no sólo en las políticas públicas hacia el sector rural, sino en la prevención del cambio climático. Promover su consumo sería una inversión en la salud pública, y desarrollar el mercado local y de exportación haría competitivas a empresas y organizaciones de productores, porque estratégicamente México tiene más vocación natural y cultural para la producción orgánica que sus principales socios, Estados Unidos y Canadá.

Fuente:+
http://www.jornada.unam.mx/2008/01/15/forma.html